Entrevista a Jorge Luis Ghiso

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“El año ‘78 tuve la suerte de jugar un partido por la selección chilena”

La gélida noche del miércoles 25 de julio de 1984, Everton de Viña del Mar alzó en el Estadio Nacional un nuevo trofeo, un reconocimiento que no ostentaba desde su estelar 1976. Ese año, ganó la Copa Chile, denominada asimismo Copa Polla Gol. Y la logró venciendo contundentemente en la final 3 a 0 a Universidad Católica, con tantos de “La Fiera” Luis Alberto Ramos, Pedro Pablo Díaz y de Washington “Trapo” Olivera. “Teníamos un muy buen equipo. Jugaban Jaime Zapata al arco, Sorace, Ashwell, Leo Contreras y el ‘Gato’ Sergio Navarro; Belisario Leiva y el ‘Chicho’ García, y adelante, Jaime Baeza, Ramos y Díaz. También estaban Olivera y un plantel con buenos valores”. Había varios delanteros, Jorge. ¿Jugaste poco? “Jugué al medio, por la derecha, de ‘8’. Venía de atrás. Jugaba con Leiva y con el Chicho”, recuerda con precisión JORGE LUIS GHISO (Buenos Aires, 21 de junio de 1951) desde el hall del Hotel Leonardo da Vinci, donde reside mientras Audax Italiano -club en el que fichó recientemente- le ubica un departamento que habitará junto a María de las Mercedes Andrade, su esposa española que pronto arribará desde Buenos Aires. “Es cómodo y bonito este hotel, estoy en un muy buen barrio, a pasos de la Escuela Militar y Apoquindo a la espera que llegue mi mujer”, dispara el “VITROLA” GHISO a la CASA DEL DEPORTE de Viña del Mar. “No estoy solo, me acompañan mi hijo Jorge Ignacio (38 años), que trabaja conmigo como preparador físico, y Cristian Castillo, mi ayudante técnico que jugó en River”, narra el ex puntero izquierdo de River Plate, Estudiantes de La Plata, Universidad de Chile, Everton y de la selección argentina en relación a su actual modus vivendi. Ghiso, dueño de una locuacidad casi sin parangón, prolonga después de la bienvenida que precedió un cordial abrazo y la invitación a sentarnos a la mesa del hotel que lo cobija: “Gratísimo charlar para Viña del Mar, para su deporte. ¿Cómo está Viña? ¿Bien, hermosa como siempre? Hace tres años que no estoy allá… Traé café y agua mineral, y una bebida para el fotógrafo. Me los cargás a mi pieza”, requiere a un botón cuando vemos de reojo un partido del Mundial Sub 20 de Turquía.

“Nací en el barrio Belgrano, al lado de Núñez, a ocho cuadras de la cancha de River. Nací en mi casa, a las 12.30 de la noche. Armando Jorge es mi padre, murió a los 61 años, el ‘78. Yo estaba jugando acá en la U. Mi madre, Blanca Graciela, está viva, tiene 93 años. Y tengo una hermana, Elsa Beatriz, nacida en diciembre del ’48… Jorge (38), Alexia (28) y Ariadna (26) son mis hijos y mis nietos, Bianca (9), Ignacio (6) y Luca (3)”, revela con entusiasmo el otrora zurdo hábil, escurridizo y veloz que complementa que “estudié dos años ciencias económicas y me recibí de periodista deportivo. Sí, comento y escribo bien, y no tengo falta de ortografía. Yo era un buen estudiante, era el abanderado de la escuela en la primaria. En la secundaria el fútbol me sacó un poco. Tuve la fortuna de tener una buena educación en mi casa, en la base, el entorno es vital para actuar bien en la vida. Por eso te digo que los niños de Viña deben estudiar, hacer deporte y estudiar. Los entrenadores tienen un papel muy importante en eso, deben guiarlos bien”.

¿Cómo llegaste al fútbol, Jorge Luis?

Vivía cerca del estadio de River, del que siempre fui hincha, y llegué siendo muy niño al club. De chico iba a ver a Amadeo Carrizo, un gran arquero que tuvo River, y a Luis Artime, un goleador. No tenía ídolos, pero los iba  a ver a ellos… Te hablo de grandes jugadores: Pelé y Maradona y de ahora, Messi, que va rumbo a ser un gigante. Diego fue más habilidoso, un malabarista, Pelé más completo, ganó tres mundiales y tenía un físico privilegiado. Y otros dos que a mí me encantaron, Cruyff y Beckenbauer.   

¿Quién te puso Vitrola? No te pregunto por qué…

(Ríe) De chiquito, yo tenía nueve años. Fue Palomino, un entrenador de infantiles en River. Todavía vive. Me dijo vitrola en una práctica porque yo hablaba y escucharon los chicos que empezaron a gritarme, “vitrola, vitrola, parecés vitrola”.

Ningún deportista olvida el día de su debut…

Debuté en octubre del ’70 en la cancha de River, ganamos 1-0 a Newell’s por el Torneo Nacional. Roberto Gutiérrez hizo el gol. Ángel Labruna, el papá de Omar, que dirigió a Audax y Colo Colo, me dio la oportunidad. Fue en la época en la que River no fue campeón en 18 años. Ganamos el título del ’75 con “JJ” López, “Mostaza” Merlo, el “Beto” Alonso, Carlos Morete… Por esos años jugué la Libertadores cuando Colo Colo llegó a la final, el ’73. La mayoría de esos chicos fueron promovidos a Primera por Didí, el volante brasileño que fue campeón en los mundiales del ’58 y ’62. Llegó Labruna, que trajo a Ubaldo Fillol y Roberto Perfumo, y fuimos campeones.

En 1973 Argentina obtuvo un resonante triunfo en Múnich ante Alemania Federal, entonces campeón europeo y un año más tarde, campeón mundial…

Aunque fue un partido amistoso, fue un triunfo bárbaro por la gran categoría del rival. Alemania jugó con todas sus figuras: Beckenbauer, el arquero Maier, Breitner, Vögts, Gerd Müller, Heynckes… Jupp Heynckes, el mismo que ganó la última Champions con el Bayern Múnich. Yo hice el 1-0 antes de los diez minutos, el Beto Alonso marcó un tiro libre notable y Miguel Brindisi puso el 3-0. ¡Si ganábamos 3-0…! Al final fue 3-2. Me dio mucha confianza (Enrique) Sívori, el técnico que me dijo: “Esta es su oportunidad, aprovéchela”. Jugué bárbaro. Yo era titular para el Mundial del ’74, para todas las revistas, diarios y para El Gráfico era el titular. Una rotura de ligamentos me dejó afuera.

No se detiene Ghiso, un voraz tocavinilos. Rememora con nitidez esa victoria trasandina en un estadio atónito, donde el termómetro marcaba cuatro grados bajo cero, y coteja el fútbol de antaño con el de hoy. “Fue la primer gira que hice y fue bárbara. Alemania no perdió con nosotros porque era un amistoso. ¡No! En la selección empecé a jugar con el Beto Alonso y nos entendíamos de memoria, jugamos de chico. Yo andaba mejor en la selección que en River. Hoy me doy cuenta por qué: antes se trasladaba mucho, había espacios, se marcaba más lejos, vos jugabas de wing y a veces no participabas. Los volantes, los números 10 gambeteaban, entonces no entrabas en juego. Los europeos te marcaban más a presión, tenías que jugar más rápido. Yo hace treinta años jugaba como se hace ahora, me hubiese resultado más cómodo jugar ahora que antes. Me adelanté con el toque de primera, rápido…”

Además de defender a Everton y a la U, ¿qué otras camisetas vestiste?

River, Atlético Tucumán… Ahí me vio Daniel Mourgues -dirigente de la U- en un partido contra River y dijo: “Hay que traer a Ghiso”. Me trajo el Gato (Rubén) Magdalena el ’76, ex jugador y representante. Estuve hasta el ’78. Después jugué en Estudiantes, en México y en el Unión Magdalena de Colombia, donde fui compañero de Carlitos Valderrama, el “Pibe”. Carlitos era suplente, tenía veinte años. Eso fue el ’82. Y el Rayo Vallecano y Everton fueron mis últimos clubes.

¿Fue bueno tu paso por la U?

Fue bueno en lo futbolístico e hice muchos amigos. Cuando llegué estaba Lucho Ibarra en la banca, tuvimos un buen campeonato, ganamos la liguilla y fuimos a la Copa Libertadores del ‘77 con Everton. No la pude jugar, me lesioné… Y nació la amistad con Arturo Salah, Manuel Pellegrini, Johnny Ashwell, Fernando Herrera, un arquero suplente. Después, en Viña, me hice muy amigo de Marquitos Órdenes, un arquero de Everton. Con el Flaco (Alberto) Quintano nos hablamos siempre y cada vez que vine me llamaban Vladimir Bigorra, Jorge Socías, el Negro (Héctor) Pinto. Manuel y Arturo siempre me preguntaban por jugadores. A Arturo le recomendé a Barticciotto y Morón y a Jorge Pellicer, a Darío Conca para Católica. Siempre estuvimos en contacto y recomendé a muchos, a todos (sonríe).

Hace varios años vaticinaste que Pellegrini llegaría lejos. Con él trabajaste en River.

Manuel es muy inteligente, era el más inteligente del grupo que había en la U. Tiene una capacidad sobre lo normal, no es tan futbolero, es más entrenador. Es más completo que todos, es la debilidad de los dirigentes. Para mí, Bielsa y Pellegrini son los mejores… Es un entrenador completo, un  señor y punto. Yo era técnico de la reserva de River cuando estuvo Manuel, siempre me estaba pidiendo nombres para el primer equipo. Con Marcelo Salas también trabajé en River, y con el colombiano Falcao y muchos más que hoy son figuras. Manuel se fue a España y me quedé con los juveniles. Después dirigí a varios clubes: Instituto de Córdoba, Independiente Rivadavia, Ferro Carril Oeste, Quilmes, Atlanta… Llegué a Audax porque me llamó su director deportivo, Óscar Meneses, con quien ya había conversado el 2010 para venir.

Pellegrini fue tu compañero tres años y lo asististe en River, y Fernando Riera te dirigió en la U y en Everton. Te hablo de los dos técnicos chilenos más prestigiosos.

Pellegrini superó a todos… Lo que pasa es que Riera logró un tercer puesto con la selección, la que Manuel con el tiempo va a dirigir. A ver: todos los entrenadores tienen un carácter especial, Manuel no congenia con la forma de pensar de la gente que maneja la Asociación Central de Fútbol (actual ANFP). Carlos Bianchi, por ejemplo, no tomó la selección de Argentina porque no congeniaba con Julio Grondona, presidente de la AFA. Si Manuel quiere, va a dirigir a Chile, pero si es que hay gente que maneje bien la Central de Fútbol… Riera fue un gran técnico, pero distinto, de otra época. Serio. Tuvimos una cierta amistad, él iba a Buenos Aires, yo lo iba a buscar y lo acompañaba. Y en Viña, después de los partidos de Everton, íbamos con Ashwell a la torre donde él vivía y charlábamos a la par, como amigos, no como entrenador.

Jorge Luis, presto a darle protagonismo a Audax Italiano tras la magra conducción de Pablo Marini, su antecesor, se refiere a otros entrenadores trascendentes en su carrera: “Para mí, el mejor de todos, o el más importante, fue Osvaldo Diez, a quien tuve en las inferiores de River entre los 14 y 19 años. Todas las cosas que hoy se marcan en el fútbol, me las marcó él a fines de los ‘60. Después, Sívori, que me hizo debutar en la selección; Labruna, con el que debuté en River. Otro que me entregó muchas cosas cuando lo tuve en River y Estudiantes fue Julio Urriolabeitía. Y de acá, Luis Ibarra, Nelson Oyarzún y Riera. El más importante fue Oyarzún, él era técnico y profesor físico nuestro en la U”.

En Chile jugaste en una época en la que llegaban jugadores consagrados, precedidos de exitosas campañas en el fútbol internacional. De los nacionales, ¿quién fue el mejor que viste?

Grandes jugadores vinieron, “Mané” Ponce, el “Tano” Novello, el “Ronco” Onega, Luis Cubilla, Mazurkiewicz, Enrique Vidallé… Muchos. Elías Figueroa fue el mejor, lo vi en Brasil y acá en Palestino. Con Quintano marcó una época. Caszely, otro jugadorazo. El año 78 tuve la suerte de jugar por la selección chilena, claro que en un momento triste. Fue en Chillán, cuando Nelson Oyarzún estaba muy mal y hasta su muerte (10-9-78) dirigió a Ñublense. Jugaron Nef, Galindo -un crack que jugó en Everton y Colo Colo, uno de los que mejor me marcó-, Figueroa, Quintano, Escobar, “Queco” Messen, Inostroza, Rojas, el zurdo de Palestino, Caszely, Fabbiani y yo. Fue un partido en homenaje a Oyarzún, yo era muy amigo de él… Fuimos seis personas en una avioneta que se movía mucho, recuerdo.

El mejor de hoy…

Me gusta el del Barcelona, Alexis Sánchez… Chile tiene un equipo muy parejo, hoy se han destacado todos los jugadores. Lo que pasó, como en Perú y en Paraguay en algún momento, es que son camadas de jugadores. Chile tuvo esa suerte. Colombia también tuvo jugadores vistosos, aunque ha vuelto con fuerza… A Sampaoli no lo conocía, vi a una U distinta con él que ganó todos sus partidos en Brasil y que jugaba diferente. Marcó el comienzo de una U con gran éxito, haber salido campeón de la Sudamericana y de Chile es un mérito notable de él. Y ahora, de a poco se está viendo lo mismo en la selección. De técnico desconocido pasó a ser uno de los más reconocidos, no es casualidad. Nadie le regaló nada a Sampaoli.

¿Fernando Riera te llevó a Everton el ’84?

No, aunque él decidió. Yo estaba de vacaciones en Viña y Johnny Ashwell me invitó a un entrenamiento. Johnny le dijo a Riera, “¿sabe quién está en Viña? El Vitrola”. Fui a Sausalito, hicimos fútbol y jugando por los reservas le hice dos goles al equipo titular. Me llamó Riera, me mandó hablar con Eduardo Gaete, dirigente, y arreglé. Estuve todo el año y ganamos el Polla Gol. Ahí Riera, en Viña, me dijo: “Andá a hacer el curso de técnico, te puede ir bien”. Lo hice y me recibí el ’86.

Tu estreno en Everton se produjo cuando Luis Alberto Ramos anotó uno de los goles más bellos vistos en Sausalito. Tú lo habilitaste…

¡Cómo olvidarme! Fue un golazo, de taco. Me llamó Ramitos por estos días y nos acordábamos. Siempre me lo recuerda. Toqué por la izquierda y él, de espaldas al arco, le pegó con el taco. Fue en el arco del cerro, a Coquimbo, por el Polla Gol. Ganamos 1-0. Con Luis Alberto también jugué en la U.

¿Es cierto que pudiste dirigir en Viña hace poco?

El 2006 ó 2007 conversé con unos dirigentes por acá cerca, me junté a comer con Bloise y Martínez, los hijos, y estaban con el miedo al descenso. Estaba el Chicho García a cargo del equipo. No se concretó mi llegada y contrataron a Nelson Acosta.

¿En qué sector de Viña viviste? ¿Ibas a la playa, al casino…?

Viví justo frente al muelle (Vergara), cruzando la avenida San Martín, la que da al casino. Muy lindo y tranquilo. Y claro que iba a la playa, a la que estaba frente a la torre donde viví. Llevaba a mi hijo, que tenía nueve años y jugó en las infantiles de Everton cuando estuvimos allá. Al casino también iba, pero no a jugar. Iba mucho a conversar, a tomar un café, un pisco sour con gente del fútbol… Qué pena lo que me hablás de lo que pasa con el casino ahora, Viña no puede perderlo, si es sinónimo y parte muy importante de la ciudad. Sería un gran perjuicio para un balneario maravilloso. Viví en Viña y sé lo que es el casino para ustedes.

¿Qué sabes del Viña de hoy?

Que la vi y no la conocí, la vi muy bonita, grande. Cuando estuve allá había una sola galería de tres pisos y cuando volví, había una gran diferencia con tantos edificios. Fui con Jorge hace tres años, jugamos un partido en Quillota y de ahí partimos a ver Viña. Desconocí, el caracol de la calle principal había crecido, no sabía dónde estaba. Me pareció Nueva York. Es lo mismo que me pasa acá, hay calles que no reconozco.

“Bueno, muchachos. Gracias por el encuentro, bárbaro recordar con ustedes mi paso por Viña, hablar de la Copa Chile del ’84 que gané con Everton y de tantas experiencias vividas en este país importante para mí. Un abrazo a Javier Aravena, director de esta CASA DEL DEPORTE, agradecimientos a él y a ustedes por esta gentileza. Afectos para todos en Viña, para la autoridad municipal y para la hinchada de Everton… Sí, hagamos la foto ahora para la entrevista”, remata Ghiso, futbolista adelantado, entrenador, comentarista, escriba y privilegiado aliado de Pellegrini y Riera, “E” de una oncena que el 25 de julio de 1984 besó y tocó un galardón que endulzó VIÑA… ¡CIUDAD DEL DEPORTE! 

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Por Mario Ramírez Escudero

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