Óscar Fabbiani: Jugar una final de Copa América por Chile en suelo argentino es mi mayor orgullo

Repasando prolijamente una carrera a todo gol, el Popeye rememora sus finales en la Copa América de 1979 y enjuicia a la Roja actual en su cuenta regresiva.

En 1955, el argentino Rodolfo Tano Almeida -figura en los primeros títulos de la UC y Palestino- fue el primer nacionalizado en jugar por la Roja una final de un Sudamericano. Ese año, enfrentó a Argentina en nuestro Estadio Nacional, donde el anfitrión perdió 1-0 en una aciaga tarde que arrojó siete hinchas muertos aplastados por una avalancha humana que no quería perderse el juego crucial de una Copa América. Veinticuatro años después, Óscar Roberto Fabbiani fue quien se calzó la roja para disputar tres finales frente a Paraguay. “El ‘Tano’ Almeida, campeón con la UC el 49 y Palestino el 55, fue un zaguero central fino, eficiente y fiero cuando era necesario”, explica Julio Salviat, periodista deportivo y profesor de redacción, a la CASA DEL DEPORTE.

¿Y cómo era el Popeye Fabbiani?

Yo era un “8” y centrodelantero que anotó desde muy niño. A los 16 años jugaba con adultos por Justo José Urquiza y en un campeonato hice 42 goles. Y si perdíamos, el dueño del club me echaba la culpa a mí. ¿Sabés quién era? Héctor Rama, suegro de Enrique Quique Vidallé, arquero que también jugó la Copa América del 79 y que inició el récord vigente de 44 partidos invicto del Palestino 77-78.

¿Cómo llegó a Chile y cuándo se nacionalizó?

El 21 de septiembre del 79 me nacionalicé por petición de don Lucho Santibáñez, técnico de la Selección, y por un cariño y agradecimiento enormes por Chile. Llegué a San Felipe en abril del 74 gracias al Tano (Salvador) Biondi, quien fue a ver delanteros a Buenos Aires. Debuté contra La Calera anotando cuatro y, tras marcar más de veinte goles en diez partidos, en septiembre ya me había contratado Palestino.

Dicen que Biondi, capitán del Everton de Viña del Mar de 1950 y 1952, tenía un ojo clínico…

Impresionante el olfato del Tano. Hizo debutar a Elías (Figueroa) y a Carlos Reinoso en Primera, además vio a Marcelo Salas cuando niño en Temuco y lo mandó a la U. Al Superman (Sergio) Vargas también lo eligió en Argentina para venir, a pesar de que los dirigentes de la U querían a Óscar Passet. Nombro a algunos nomás.

¿Es hincha de Boca, River, Independiente…?

¡Por favor…! Soy de Racing y tuve el orgullo de jugar un preliminar cuando festejó su título de campeón mundial el 67. Ese día, yo por Estudiantes de Buenos Aires junto al Tigre (Atilio) Herrera y al padre de David Trezeguet, hice un gol y mi querido club me quiso contratar. Como no me vendieron, pensé seriamente en retirarme.

Palestino no era campeón desde 1955 -con Rodolfo Almeida-, llegó usted y comenzó su etapa más dorada.

Del 74 al 79 fue una etapa fenomenal: ganamos la Copa Chile del 75 y la del 77 con don Fernando (Riera) de entrenador, el Campeonato Nacional del 78 con don Caupolicán Peña, clasificamos por primera vez a la Copa Libertadores, fui trigoleador consecutivo con 92 goles… Hubo muchos logros. Es que además había grandes dirigentes, no como algunos de hoy que me han impedido ingresar al estadio.

¿El de 1978 fue el mejor Palestino que integró?

Sin dudas porque con un equipazo coronamos un largo trabajo. Estaban don Manuel Rojas, Rojitas; Don Elías, don Sergio Messen, el Loco (Manuel) Araya, Guido Coppa, Rodolfo Dubó, el Flaco Edgardo Fuentes… Todas figuras importantes, ¡todas!, gracias a ellas fui goleador de varios torneos.

EVERTON, LA U, COLO COLO, BOCA JUNIORS, RIVER PLATE

“Tuve el orgullo de vestir la camiseta de una ciudad tan bella, la de Everton el 81, club que me trajo desde Estados Unidos. Primero viví en el Hotel O’Higgins y después en 8 Norte con Avenida Perú, una maravilla. Pero me lesioné, y el equipazo que se armó tuvo muchos problemas, incluso tuvimos como cinco técnicos: Caupolicán Peña, el Gitano (José María) Lourido, Eladio Rojas… Fue el dolor más fuerte de mi carrera. Simplemente ese año no era para nosotros a pesar del esfuerzo de la directiva”, comenta sobre su paso por la Ciudad del Deporte.

¿Fue pretendido por Colo Colo, la U…?

Firmé en la U cuando un dirigente, uno gordo, me pidió el veinte por ciento del dinero. Entonces le rompí el contrato en la cara y seguí en Palestino, donde estaba muy bien con los hinchas y con directivos extraordinarios como don Enrique Atal, don Ricardo Abumohor…. Perdoná (se emociona hasta derramar algunas lágrimas)… Esos dirigentes, una vez que mi madre estaba muy enferma, me subieron inmediatamente a un avión para ir a verla. Te cuento actos impagables que nadie sabe.

¿Y qué pasó con Colo Colo, Boca y River? ¿Fue efectivo el interés de los argentinos?

Colo Colo me llamó un montón de veces, Boca tenía plata para mí pero no para Palestino y River no me quiso pagar un quince por ciento de 450 mil dólares. Hasta (Daniel) Passarella, caudillo de River y amigo de muchos años, intercedió por el tema del sueldo. Mirá vos. Y te cuento algo muy emocionante: jugamos con Everton en Viña el 79 y todo Sausalito aplaudió porque me quedaba en Chile.

LAS TRES FINALES DE 1979: EL HONOR DE VESTIR LA ROJA

“Sólo jugué las tres finales de una Copa América en la que Chile hizo muy buenas presentaciones, como ante Colombia y Perú principalmente. Teníamos un muy buen plantel al que me incorporé sin partidos amistosos. Además, nunca vi a un Paraguay con tantas figuras en un año fenomenal para su fútbol en el que también Olimpia le quitó la Copa Libertadores a Boca en la misma Bombonera”.

¿Qué sintió cuando defendió la camiseta chilena?

Una emoción impresionante para toda mi familia y, para mí, una de las vivencias más importantes de mi vida. Agradecí todo poniéndome la camiseta roja en suelo argentino y disputando una final, mi mayor orgullo… ¿Sabés quién es Mirtha Legrand? Es una diva hincha de Racing que, cuando me nacionalicé y besé la camiseta chilena, me peló entero en su programa de televisión… Y sí, dicen que algo tuvo con Sergio Livingstone cuando el Sapo jugó en Racing (sonriendo).

¿Fue justa la derrota en la primera final disputada en Asunción?  

Merecido el 3-0, sí, y definitivo porque marcó la diferencia de goles que le dio el título al rival. El segundo partido lo ganamos 1-0 acá en Santiago, donde tuvimos un montón de oportunidades como en el desempate jugado en el estadio de Vélez Sarsfield. Así fuimos al juego definitorio con tranquilidad y optimismo a pesar del excelente nivel paraguayo.

¿Gravitó la ausencia de Elías Figueroa en la ida, en la que recibieron dos goles de cabeza?

Quién no sabe lo que era Don Elías, lo más grande que he visto acá como deportista y, ojo, como persona también. Creo que con él la historia hubiese sido diferente porque era media defensa, imponía respeto con su sola presencia y uno de sus mayores fuertes era precisamente el cabezazo.

Y en el desempate con tiempo de alargue no pudieron romper el empate a cero…

El de Buenos Aires fue un partido bravísimo y reconozco a un Paraguay muy fuerte como siempre, pero muy leal esa noche. Nosotros tuvimos las más claras opciones de anotar en 120 minutos, una de Mario Galindo y un cabezazo del Pato Yáñez en los últimos minutos del alargue contenido maravillosamente por el portero. Pero repito, nunca vi una selección paraguaya jugando a un nivel tan alto.

“PINILLA, VARGAS Y ALEXIS SON NÚMEROS PUESTOS”

¿A qué atacantes pondría sí o sí en nuestra Copa América?

A Mauricio Pinilla por su potencia, cabezazo y viveza. No es tanto con la pelota en los pies, pero también tiene lo que más le sobra, personalidad. Necesita sí un alimentador y ese es el Loco Jorge Valdivia, un volante que sólo en veinte minutos o en medio tiempo hace pases gol. Esteban Paredes ya no va, una lástima por su amplia gama de recursos y porque andaba fenómeno, y el Chico Eduardo Vargas y Alexis Sánchez son números puestos. Matías Fernández ha recuperado sus condiciones y puede aportar en ese aspecto.

¿Le ve alguna debilidad a la Selección?

¡Atrás! La estatura es importante en los defensas, necesitamos envergadura física porque los delanteros actuales son altos, potentes, vivos. Antes estaban Figueroa, Alberto Quintano, René Valenzuela… Teníamos quince centrales que nos daban garantías. Ahora no y los que tenemos ya están desgastados, como Pepe Rojas por ejemplo.

¿Y en las otras líneas? 

Con los arqueros no tenemos problemas gracias a Dios, nos sobran. En el medio, Gary Medel es un guerrero y una fiera, pero no tiene que transportar el balón. Y del medio para arriba, decía, no hay ningún problema porque tenemos dos jugadores en cada puesto si querés. Hay variantes incluso con los laterales, hasta Gary rinde ahí. El problema son los centrales.

¿Cuál es su visión de Jorge Sampaoli?

Es un motivador, como Marcelo Bielsa y don Lucho Santibáñez. Sampaoli y Bielsa llegaron revolucionando un medio al que le dieron otra impronta. Acá tenemos buenos jugadores, pero les falta esa motivación, lo que pasa notoriamente en cadetes por falta de apoyo y plata además. Hay chicos que no se alimentan bien, un tema desconocido o sin importancia para los dirigentes y técnicos. Te lo dice alguien con más de cuarenta años acá (…).

La hinchada nacional está ilusionada, pero habrá dos o tres selecciones de nivel mundial…  

Brasil, Argentina y Colombia están integradas por gran cantidad de figuras y si hablamos de favoritos, no podemos dejar afuera a Uruguay, una selección inferior a la nuestra en todo caso. Al futbolista chileno le decían pijama porque sólo rendía en casa, nunca ganaba afuera, pero eso ya pasó. Ahora seremos locales, condición que no se puede desaprovechar.

SAUSALITO, SEDE HISTÓRICA DE GRANDES TORNEOS, Y MÁS DISTINCIONES

“Muy bueno por Viña del Mar. Me parece excelente de que nuevamente Sausalito sea un estadio considerado para un campeonato de esta importancia, como lo fue para la Copa América del 91 y para el Mundial (1962). Me alegra por su ciudad y por una hinchada que en un solo año me trató cariñosamente. Sausalito siempre debe estar”, dice el hijo de Nélida Libertad Venturelli y de Juan Carlos, y hermano de diez “pibes nacidos en el barrio Saavedra de Buenos Aires”.

Con un acento trasandino que no ha sido quebrantado por más de cuarenta años entre nosotros, el también artillero de las Copas Chile de 1976, 77 y 78 -“con 17, 15 y 16 goles respectivamente”- no esconde el orgullo que lo proclamó en 1995 como el mejor foráneo de las últimas tres décadas en canchas nacionales.

“En una encuesta realizada por la revista Don Balón, más de setenta periodistas me eligieron el mejor extranjero por sobre jugadorazos como Severino Vasconcelos, el Flaco (Jorge) Spedaletti, Claudio Borghi, Marcelo Trobbiani, José Luis Ceballos, Mané (Ramón) Ponce, Néstor Gorosito, el Beto Acosta, Marcelo Barticciotto y el Tano (Nicolás) Novello entre muchos más. Es lindo ser distinguido por gente que conozco y que sabe de fútbol: Livingstone, Edgardo Marín, don Julio Martínez, Hans Marwitz, Alberto Fouillioux, Igor Ochoa, Héctor Vega, Julio Salviat, Marco Sotomayor, Danilo Díaz, Lucho Urrutia…”.

“Y mis mayores logros los ubico así: el título de trigoleador, mi paso por Palestino y mis cuatro tantos a Atlético Mineiro en la Libertadores del 78 acá en Santiago. La revista Estadio publicó, ‘para que se lo cuente a sus nietos, un chileno le marcó cuatro a un equipo brasileño’. No olvido el título del 78 porque Palestino no festejaba uno desde el 55. Otro momento inolvidable fue haber jugado en Estados Unidos por el Rowdies de Tampa junto a grandes estrellas”.

¿Cuáles?

Pelé, Franz Beckenbauer, Johan Cruyff, George Best, Johan Neeskens, Ruud Krol, el Tanque Gerd Müller, Carlos Alberto, el Nene (Teófilo) Cubillas, los paraguayos Romerito (Julio César Romero), Roberto Cabañas… En 1980, en el piso 70 de las Torres Gemelas, recibí tres de cuatro premios al lado de esos monstruos. Uno como goleador.

¿Y en esta tierra, Óscar?

En esta tierra, en la que cumplí 41 años en abril, recibí mis máximos premios. Dos hijos (Omar y Solange) de los cinco que tengo con mi mujer de siempre, Marcela Yedro, ocho nietos y un bisnieto, Mauricio. Incluso en mi casa de Argentina me dicen cuando voy,  ‘ahí viene el chileno…’. Chile me dio todo y le he entregado todo, entonces, ¡qué más puedo pedir!

Óscar Fabbiani, el Popeye, el Gol. Un 9 temible que marcó, marcó y marcó como usted quisiera. De cabeza, de tiro libre, de penal, con los dos perfiles, después de amagar y eludir a quien se le cruzara. Si no lo vio, la Casa del Deporte le puede mostrar una revista Estadio de 1978 titulando: “Un CHILENO que jugó el partido mayor de una Copa América se cansó de anotarle a un equipo brasileño”. Para que sepan sus nietos.

Por Mario Ramírez Escudero

ÓSCAR FABBIANI: «Lo más grande que me ha pasado es haber jugado por Chile»

A Mario Ramírez Lillo, mi padre, y a Javier Aravena Segovia, ideólogo e impulsor de estas entrevistas  

Ema Escudero Pizarro y Mario Manuel Ramírez Lillo, mis padres, me trajeron al mundo en 1965. Mario, o El Mario -jamás le he dicho papá, confieso-, devoto de Audax Italiano y del buen fútbol, me llevó a los estadios desde 1973. De antes, incluso. A ver al brillante Colo Colo subcampeón de América, al de Chamaco Valdés, Caszely y compañía; a ese que indubitablemente le robaron la Copa Libertadores. Al Huachipato ’74 del viñamarino Moisés Silva, Maestrito Salinas, Bigote Godoy y del charrúa Sintas. A la Unión, finalista de la Libertadores ’75, de Vallejos, Pinina Palacios, Spedaletti y del Negro Ahumada. Al Everton campeón en 1976 que ostentaba en Mario Galindo, Salinas, Chicomito Martínez, Spedaletti y a Ahumada a sus máximas figuras. Acompañadas por José Luis Ceballos, un zurdo que luciendo mostachos y medias caídas descolló y dejó el tendal cuando la ofensiva ruletera pugnaba por una tercera estrella para los cielos viñamarinos. Fui a la segunda final extra de ese año (27-11-76) que la escuadra de la CIUDAD DEL DEPORTE ganó a Unión Española 3 a 1. Con El Mario y un tío jugador, entrenador, árbitro y dirigente, Carlos Alberto Escudero, la presenciamos desde la tribuna Pacífico del Nacional Julio Martínez Pradanos. Ellos como aficionados, este redactor como incipiente partidario del elenco de René Orlando Meléndez. ¡Claro que nos emocionamos con la tercera cifra viñamarina, rubricada a los noventa minutos por Ceballos tras una delicada asistencia de Chicomito! «Tome, hágalo», le dijo Martínez al cordobés. ¡Y con el imponente marco de antorchas que vitoreaba el galardón que llegaría a Viana 161, a Viña, donde la vida es bella y soñada! También fui testigo de la Unión campeona el ’77 y del Palestino ’78. De ese cuadro del Loco Araya, Don Elías, Manuel Rojitas y de un infalible Popeye Fabbiani, que un año antes, teniendo a Enrique Vidallé entre los tres palos, dio inicio a un récord inigualado. El Quique Vidallé, Django le decían, siempre calzando botas vaqueras y oyendo la música de The Hollies. Contemplé harto fútbol y a equipos imborrables en Santa Laura –el fútbol chileno le debe mucho al fortín hispano, en él todos han sido locales-, Ñuñoa, San Eugenio, Vulco, El Bosque y, cómo no, en el viejo y querido Sausalito. Mis ídolos eran Rojitas -la batuta del Palestino de los 70-, Carlos Rivas, Juan Soto Quintana -8 de la U, Everton, Naval-, Carlos González -creador de Lota y Fernández Vial- y Elías Figueroa, el supercrack de categoría mundial. De afuera, Johan Cruyff, motor de la Naranja Mecánica, y el Beto Alonso, el «Pelé Blanco». El Beto, zurdo que se veía más fino aun que Messi y Maradona porque corría poco, hacía circular el balón. Todavía atesoro una camiseta que el 10 de River me regaló en 1983. No puedo dejar al margen al Popeye, un goleador descomunal. A éstos, los conocí en algún camarín, calentamiento previo u hotel: qué impresión, imagínese; hasta peloteé con ellos y «preparé» a unos arqueros antes de un partido.

Nací en 1965, por consiguiente no disfruté del Charro José Manuel Moreno ni de Miguel Ángel Montuori, campeones con la UC el ’49 y ’54. Ni de Roberto Muñeco Coll, Néstor Isella, Walter Jiménez, Juan Carlos Nene Sarnari ni de Vicente Cantatore. Todos ellos foráneos. Sí de Elson Beyruth, Vasconcelos, Mané Ponce, Novello -el Tano que encandilaba a Carlos Costas, un gran amigo y tremendo periodista-, Mazurkiewicz, Geoffroy, Trobbiani, Sergio Díaz, Borghi, Adomaitis, Gorosito, Acosta, Leo Rodríguez, Barticciotto. Y de ÓSCAR ROBERTO FABBIANI VENTURELLIpara mí y muchos, el mejor extranjero que ha militado en nuestro país. El Popeye no estuvo un solo año como el Charro Moreno: hizo larga carrera, se cansó de marcar e incluso se nacionalizó en 1979, año en que disputó la final de la Copa América por La Roja (vs. Paraguay) y en el que fue apetecido por Boca, River y por otros grandes. Fabbiani, delantero completo que hacía paredes y sombreros con depurada técnica, que cabeceaba ganándole a torres -recuerdo un golazo el ’78 en Santa Laura, tras córner de Rojitas se yergue y le gana a Pellegrini y Quintano-, que gambeteaba y convertía de tiro libre y penal (de estos expedientes se encargan los que saben), y que definía con clase y frialdad por cualquier vía, se reunió con la CASA DEL DEPORTE para añorar sus genialidades y destellos, triunfos y anécdotas, y para entrar al área del presente del fútbol nacional sin temor. Con la misma bravura y calidad que lució en la zona rival con sus dos piernas. Repertorio le sobraba…

Con su inalterable estampa -cabello largo más cano que esconde remotos visos blondos, su diáfana sonrisa y mirada de hombre bueno, además de su acento trasandino intacto-, Óscar Roberto abraza a la CASA DEL DEPORTE de Viña del Mar al mediodía de un viernes de diciembre en el Café Haití del Paseo Ahumada de Santiago, monopolio de ex futbolistas y gente del deporte. Ese sitio fija el ex artillero de memoria prodigiosa para la previa, en la que surgen risotadas y sinfines de vivencias junto a Nibaldo Carrasco, otrora funcionario de Palestino y camarada del entrevistado -«viví la época más exitosa del club, entre el ’74 y ’80», expresa orgullosamente «Starky» Carrasco-, y a Sergio Pamies, fino volante de Aviación, Audax y del nefasto Everton del ’81.

Conversador impenitente, el concejal de Recoleta entre 1992 y 1996 convoca a otro espacio para «hablar para el deporte de Viña donde estemos sentados y más tranquilos». «¡Grande, Fabbiani, cómo está!», le exclaman calurosamente transeúntes que advierten su figura de 183 centímetros antes de llegar al destino: calle Phillips, a pasos de la Plaza de Armas. «Nací a las 9.18 de la mañana del 17 de diciembre de 1950, en el hospital Piñero del barrio Saavedra, en Buenos Aires. Mis papás, Nélida Libertad y Juan Carlos, tuvieron cuatro mujeres y siete hombres: Susana, Carlos, Cristina, yo, Miguel, Ricardo, Omar, Ariel, Daniel, Beatriz y Karina… Ricardo jugó en Aviación a fines de los 70, anduvo bien, y Ariel y Daniel también jugaron acá. En Audax, San Felipe, Iquique, General Velásquez. Sí, ‘El Ogro’ (Cristian) es mi sobrino, hijo de mi hermano Miguel Ángel. Es bueno el Gordo, jugó en Palestino el 2004. Y me casé joven, con Adriana Marta Yedro tenemos cinco hijos. Marcela (40), los mellizos Roberto Óscar y Adrián (37), Omar (35) y Solange (26). Los dos menores son chilenos; vos conocés a Omar, trabaja conmigo en las escuelas de fútbol», expone el abuelo de ocho niños y profesor en los municipios de Recoleta y Lampa. «Desde el ’97 hago clases en el estadio Recoleta, ahí trabajo con Leonel (Sánchez) y también lo hice con Chamaco Valdés. El estadio se llama ‘Leonel Sánchez Lineros’, ¡ése es un ejemplo, compadre! Poner en vida el nombre de un gran jugador, del goleador de un Mundial. Sol Letelier, la ex alcaldesa, fue quien tuvo el acierto de homenajear a Leonel», concreta el residente de Valle Grande de Lampa. «Vivo ahí desde septiembre, es una comuna chica y tranquila que te aleja del estrés de Santiago», ultima el maestro que envía su fórmula a los niños futbolistas de VIÑA, CIUDAD DEL DEPORTE: «Se debe definir dándole suave, el arquero siempre espera que le pegues fuerte. Y al área hay que llegar a mil y bajar a treinta para quedar con la cabeza fría».

 

Salvador Biondi, que tiene un ojo clínico, te trajo desde Argentina… ¿Fue así?   

Sí, el Tano me trajo a San Felipe. Con el Negro Sabat, un dirigente, fue a buscar un arquero y a un 7. Y me trajo a mí. Debuté oficialmente el 13 de abril del ’74 por la Copa Chile, ganamos a La Calera de local e hice cuatro goles. El Tano Biondi sabía mucho, dirigió a varios equipos y él hizo debutar a Elías (Figueroa) en Primera por La Calera. Y como jugador fue campeón con Everton, ¿no?

Me decías que antes de tu estreno jugaste un partido importante…

El miércoles 9 de abril, en Juan Pinto Durán, jugamos un amistoso con la Selección que se preparaba para el Mundial de Alemania. Perdimos 3-2, hice los dos goles de cabeza. Estaban Elías y Quintano marcándome. Ahí me mostré, ahí se empezó a hablar de mí.

¿Cuándo llegaste a Palestino?

Estuve muy poco tiempo en San Felipe, donde anoté 23 goles en la Copa Chile. Por Palestino debuté el 1 de septiembre del ’74, en Valparaíso. Ganamos 4-2 a Wanderers con dos goles míos. El club es muy importante para mí. Tuve grandes compañeros, dirigentes, fuimos campeones el ’78, llegamos por primera vez a la Libertadores… Y cuando volví, jugamos otra final. La del ’86 que perdimos con Colo Colo 2-0.

Tu trayectoria, Óscar…

Me inicié en Justo José Urquiza a los quince años, jugaba de 8. Después, Estudiantes de Buenos Aires, San Martín de Tucumán, San Felipe, Palestino, Rowdies de Tampa, Everton, Iquique. El ’88 jugué en el Orlando Pirates de Sudáfrica, volví a Coquimbo, Soinca, Melipilla, me fui de nuevo a Sudáfrica. Jugué en San Antonio, Dallas y terminé el ’92 en San Luis, en Segunda. Hice 27 goles con 42 años.

Creciste viendo grandes jugadores y equipos en tu país. ¿De qué club eres hincha?

De Racing. Y sí, nací en una etapa de jugadores extraordinarios. Racing fue campeón de la Libertadores y del mundo el ’67, le ganó al Celtic de Escocia. Me sé de memoria esa formación (Cejas a Maschio, pasando por Perfumo, Panadero Díaz, Basile, Yaya Rodríguez y por el Chango Cárdenas). Racing es un grande, tiene hinchas en todas partes. Borghi, Barticciotto, el Gordo (Jorge) Porcel, Juan Domingo Perón, Mirtha Legrand, (Héctor Vega) Onesime son algunos de ellos. Sergio Livingstone fue su capitán el ’43 y Carlos Gardel también era de Racing.

Héctor Vega, periodista acérrimo de Racing, me dijo que el estadio de tu club debería llamarse Carlos Gardel en vez de Juan Domingo Perón. ¿Compartes?

Pero lógico, toda la razón, es el nombre más apropiado. Gardel es conocido en todo el mundo, es un símbolo de Argentina y fue uno de los seguidores más importantes del equipo. Comparto absolutamente con  la opinión de Héctor.

¿Cuál fue tu prototipo de jugador, tu ídolo?

Luisito Artime, un goleador de River y de Nacional de Uruguay. No era bueno técnicamente, pero en el área no perdonaba. El ’71 ganó la Libertadores con Nacional, a Estudiantes, fue compañero de Ignacio Prieto. Sí, si sabía que el Nacho Prieto fue el primer chileno que ganó la Libertadores. El uruguayo (Pedro) Rocha y Alberto Spencer, el ecuatoriano, también eran extraordinarios.

¿Quién te apodó Popeye?

Un compañero del barrio, del club Estrellita de Fournier, me puso así por mi fuerza, por cómo corría. En Estados Unidos viví un par de historias lindas cuando estuve en el Rowdies de Tampa entre el ’79 y ’81. Allá, antes de empezar el partido, a cada jugador lo presentaban con música. A mí, con la de Popeye. También me pusieron Sansón, por el pelo, y Travolta porque una vez me vieron bailar. Y un partido contra el Edmonton, que ganamos 5-2 con los cinco goles míos, me quedó muy grabado porque había 700 chilenos en el estadio.

¿Cómo fue tu paso por Estados Unidos antes de volver a Everton el ’81? Por ahí estuviste en la despedida de un superastro e hiciste un golazo…

Muy bueno, me tocó una época en la que había grandes figuras. El ’80, para la despedida de Beckenbauer, él por el Cosmos, jugué con Pelé, Cruyff, Neeskens, Krol, el Nene Cubillas, Gerd Müller, George Best, Chinaglia, Carlos Alberto. Empatamos a dos, jugué por una selección de estrellas, hice un gol y Cubillas un golazo. Pelé también hizo un tremendo gol. Y en la noche, hubo una comida en la que estaban Henry Kissinger -ex secretario de Estado de USA y Premio Nobel de la Paz- y no te imaginás quién: Nibaldo Carrasco (despide una estentórea carcajada). Nibaldo es mi mejor amigo, yo lo llevé a Palestino el ’74. Mi otro gran amigo es Enzo Santilli, ex dirigente de Audax.

Palestino no era campeón desde 1955, año en que deslumbró Roberto Muñeco Coll. Llegaste tú y comenzó una época inolvidable para las huestes árabes.

Antes de ser campeones el ’78, fuimos a la Libertadores, ganamos liguillas y la Copa Chile del ’77. A Unión Española la vencimos en la final, fue un partidazo. En el último minuto hice el empate a tres, fuimos al alargue y Elías nos dio el título con un cabezazo. Don Fernando (Riera) era nuestro técnico y había un gran equipo: el Quique Vidallé, después el Loco Araya, Edgardo Fuentes, Rodolfo Dubó, Manuel Rojas, el Gordo Messen… Vos sabés el resto.

Un gran equipo que estuvo invicto 44 fechas, récord vigente en Chile…

Una gran marca, de nivel mundial, y en un tiempo en el que había muchos equipos que competían, no como ahora. Estaban Unión, Everton, la U, Católica, Colo Colo, O’Higgins, Cobreloa. Lota, Concepción y Aviación también tenían muy buenos equipos. Fue una racha que terminó en septiembre del ’78, cuando Unión nos ganó 2-1 en el Nacional. Eran campeonatos largos, había mucha competencia.

Fuiste trigoleador, estuviste cerca de superar la marca de Luis Hernán Álvarez…

Álvarez (del Colo Colo ’63) hizo 37 en un año. Esa marca está vigente. El ’76 hice 25 goles, 36 el ’77 y el ’78 anoté 35. Además tenés que contar los que hice en Copa Chile, liguillas y en la Libertadores. Fui goleador de Copa Chile los mismos años con 17, 15 y 16 goles.

Siempre después de un gol ibas a la banca. ¿Era cábala, buscabas a alguien en especial?

Me iba a abrazar con el Cabezón (Erick) Paluba, el masajista de Palestino. Cuando hice mis primeros goles en el club, fui donde Paluba. Era al primero que abrazaba. Una vez corrí a la banca, Caupolicán Peña (el DT) me quiso abrazar y pasé por debajo de él para festejar primero con el Cabezón. Se enojó Caupolicán (ríe Óscar).

 

Hans Marwitz Halbwachs, caballeroso relator de radio Bio-Bio que narra desde el 8 de agosto de 1960, da su parecer respecto de los mejores forasteros que han actuado en nuestro país: «Para mí, el mejor es Ernesto Álvarez, un 8 muy talentoso que jugó en la ‘U’, en el Ballet Azul. Miguel Ángel Montuori, un 10 muy técnico, y el Charro Moreno, tremendos jugadores también. Roberto Coll, Walter Jiménez, Cantatore, Isella, Sarnari y Lucho Cubilla dejaron un gran recuerdo. No olvidemos al Gitano (José María) Lourido, campeón con Everton el ’50 y ’52, que tenía contrato vitalicio con el Samoiedo. Pasaba ahí en el café. Y Fabbiani está dentro de los más importantes, tenía clase y no perdonaba», determina la distinguida voz del Gringo Marwitz desde su residencia en Santiago. Elías Figueroa, caudillo del Palestino ’78, diagnostica desde Concón: «Estuve afuera mucho tiempo, no vi la campaña de muchos jugadores. Te doy los cinco mejores, Vicente (Cantatore), Haroldo de Barros, Beyruth, Vasconcelos y Fabbiani. Óscar era un jugadorazo, técnico y completo. Además, gran persona y un muy buen amigo». Por su parte, Alberto Fouillioux, símbolo de la UC, aporta con su autorizada visión: «Es por épocas el tema. Primero está José Manuel Moreno, después Montuori, el Muñeco Coll, Isella, Sarnari, Jiménez y Mario Rodríguez, un goleador argentino que jugó en Colo Colo. Luego vienen Mazurkiewicz, Gorosito, Acosta, Borghi, el Leo Rodríguez, Barticciotto, Espina y el Superman Vargas. Fabbiani está entre los cinco mejores, nos deleitó con lo más importante, goles de calidad», enuncia el ex DT de la UC, Huachipato y Colo Colo. Finalmente, Harold Mayne-Nicholls, periodista y añorado dirigente que se ha desempeñado en cuatro mundiales señala que «de mi generación te hablo… Fabbiani de todas maneras, un crack y gran persona. Un ejemplo en todo el sentido de la palabra. Junto a Óscar, Beyruth, Gorosito, Acosta y Espina son los más talentosos que he visto», declara el antofagastino que hizo sus primeras armas en el diario Crónica de Concepción, en 1980 como reportero gráfico, y en la revista Ceatoleí, en 1982.

Oscar Fabbiani Giants Stadium 1979

Óscar, ¿quién fue tu mejor entrenador?

Fernando Riera y Andrés Prieto. Para don Fernando el jugador era primero, segundo y tercero. Eso no lo vi en otro, extraordinario. Don Andrés también, gran técnico y un caballero. Además te nombro a Caupolicán Peña, Pedro Morales y Lucho Santibáñez. El Gordo era un gran tipo y muy vivo como entrenador.

Los mejores extranjeros que han jugado en nuestro medio…  

El Flaco Spedaletti, Vasconcelos y Beyruth.

¿Cuál fue tu mejor gol?

Uno a la Católica el ’78. Hice una triple pared de cabeza con Messen, quedo al frente de Óscar Lihn y Jorge Berrio, les muevo el cuerpo, chocan entre ellos y se la toco suave a Óscar Wirth. Manolo Rojas me decía que me fuera a bañar y que me fuera altiro del estadio. ¡En serio, compadre! Ganamos 3-2, los tres míos. Y mi mejor partido fue por la Libertadores del ’78. Acá en el Estadio Nacional perdimos 5-4 con Atlético Mineiro, hice los cuatro goles. Fue un partidazo, ¡si en el segundo tiempo hubo ocho goles!

Importante etapa para Palestino la de los 70. Fueron a tres Libertadores…

Jamás había estado en la Copa. El ’76 fuimos con Unión, jugamos contra Peñarol y Nacional. Acá le ganamos 2-1 a Nacional, hice los dos, y 1-0 a Peñarol. De penal vencí a Mazurkiewicz. En Peñarol jugaban Pablo Forlán, el papá de Diego, Nelson Acosta y el Potro Morena. Y en Nacional, (Hebert) Revetria y Nelson Pedetti, compañero de Zamorano en Cobresal. Hice todos los goles nuestros ese año, cinco.

¡Qué memoria, Óscar! ¿Y el ’78 y ’79 cómo anduvieron?

El ’78, también con Unión, enfrentamos a Sao Paulo y a Atlético Mineiro. Te hablaba del 5-4 con Mineiro y a Sao Paulo le ganamos 2-1 allá. Ese fue el segundo triunfo de un equipo chileno en Brasil, después del de Colo Colo a Botafogo el ’73. Pedro Pinto y yo marcamos. Y el ’79, con O’Higgins, jugamos contra Deportivo Galicia y Portuguesa de Venezuela. Clasificamos a semifinales pero no jugué porque después de la primera fase me fui a Estados Unidos… Claro, el Tanque (Alfredo) Rojas dirigía a Portuguesa. Un goleador de Boca que jugó en Católica y O’Higgins.

El ’79 te nacionalizaste y jugaste la final de la Copa América. ¿Por qué la perdieron?

Lo más grande que me ha pasado es haber jugado por Chile. Tuve ese honor, defender un país que me ha dado todo. Te digo eso primero. Debuté en la primera final, en Asunción. Jugué lesionado los tres partidos. Y perdimos porque Paraguay tenía un gran equipo, Romerito, Cabañas, el Gato Fernández… Un equipo muy duro, que pegaba. Jugamos un desempate con alargue en Buenos Aires, en el estadio de Vélez. Empatamos a 0 y ellos fueron campeones por la diferencia de gol. Anduve mal.

¿Quién es el mejor futbolista de nuestra historia? ¿Figueroa, Salas, Zamorano, Caszely…?      

¡Elías es el más grande, no me hablen de Iván ni de Salas! Elías llegó muy joven a Uruguay y arrasó, y en Brasil, ni hablemos. Lo conocí bien, en el camarín ya se sentía ganador y eso nos contagiaba. En la cancha, los rivales lo respetaban. Además, un caballero y jamás lo vi en la farándula y en esas cosas. Zamorano hacía lo que él sabía, gran carrera y el título con el Real Madrid. Eso es grande. Y Salas, un crack que brilló en River y en Italia, ganó varios campeonatos. Aprendió mucho en Argentina, tuvo compañeros que no le devolvían «ladrillos». Es humilde, regala casas y otras cosas y eso nadie lo sabe.

De los actuales, ¿a quién destacas?

Vidal es el mejor, ha andado bien en Italia haciendo goles en esa gran potencia. En la Selección, una pena lo que ha pasado con él. De los delanteros, me gustan Alexis y Eduardo Vargas. Son encaradores y van para adentro, como me gustan los atacantes. Ha tenido mala suerte Vargas, pero es muy bueno, y a Alexis le falta patear al arco.

Para el eterno debate: ¿Pelé o Maradona? ¿Y Messi?

Maradona en Nápoles jugaba casi solo, vos me entendés, y el ’86 en México tuvo un solo compañero de calidad, Burruchaga. Son distintas épocas, Pelé no hubiera podido brillar en la de Diego. Siempre estuvo rodeado de grandes jugadores, en el Santos y el ’70 en México eran todos buenos. Me la juego por Diego. Otro, Ricardo Bochini. Y “Leo”, con lo que ha hecho en Barcelona ya está entre los más grandes. Hace cosas imposibles, un fuera de serie.

En 1981, Everton armó un cotizado equipo que descendió. ¿Qué pasó?

Hubo mil problemas, directivos, técnicos, económicos. Yo venía de Estados Unidos, viví en el Hotel O’Higgins y después en 6 Norte con San Martín. Me trajo a Viña Antonio Bloise (Cotroneo), el papá, y me quedaron debiendo mucha plata. Tuvimos cinco entrenadores, ¡cómo no íbamos a descender! El plantel lo armó Caupolicán Peña, después nos dirigieron Ricardo Contreras, Lourido, Paco Molina y Eladio Rojas. ¡Un récord! De mi bolsillo, incluso, pagué dos meses de sueldo a todo el plantel. ¿Creés que me devolvieron la plata? Y había muy buenos jugadores: el Polo Vallejos, el uruguayo (Julio) Rodríguez, Checho Pamies, Cavalleri, Rubens Nicola, Spedaletti, el Chicho García… Mi paso por Everton es el peor recuerdo que tengo en el fútbol.

¿Qué te parece el arribo de Sampaoli a La Roja y la partida de Borghi?

Está bien Sampaoli, hizo méritos, conoce la realidad del fútbol chileno. Pudo haber sido Labruna también, me gusta el trabajo que hizo en Colo Colo a pesar de que no fue campeón. ¿Viste como hizo correr al equipo? Claro, es mérito de Jorge (Fleitas) pero primero está el jefe. Omar llevó a Jorge al club. Y Borghi no puede ser tan amigo de los jugadores, tan cercano. Es buen entrenador, gran persona, fue un crack, pero no tiene lo que todos le conocemos a Bielsa.

¿Qué sabes del deporte viñamarino y de la alcaldesa Virginia Reginato? Ella creó la CASA DEL DEPORTE en 2005…

Es buena onda, muy simpática, siempre está donde debe estar. Tiene mucho carisma y es una gran servidora pública. No es necesario vivir en Viña para saber lo buena alcaldesa que es. Y es famosa en todo Chile. El deporte anda muy bien, se ve mucho, le han dado mucha importancia a los niños y a la gente mayor… Viña es una gran ciudad, tranquila, todos los jugadores y entrenadores quieren estar en Everton para vivir allá. Mi experiencia el ’81 no fue buena, pero viví en una ciudad fenomenal.

Francisco Chamaco Valdés comanda el selecto grupo de goleadores en Primera División con 215 tantos. Pedro González, el Heidi, escolta al emblema albo con 212 y Carlos Campos con Óscar Fabbiani, ocupan el tercer puesto con 183. Registro que no computa conquistas en Copas Chile, Libertadores, en la «B» ni en la Selección. Un solo extranjero en el podio, una pieza cardinal del mejor Palestino entrevistada por la CASA DEL DEPORTE. Un naturalizado chileno que, con las cifras que facturó en otros torneos y en Norteamérica y Sudáfrica, pulveriza la producción del excelente Valdés.

Express 79 Road Paul Hunter, Rowdies (23)

Gracias Ema Mario Manuel por la vida -Ema en el Edén hace 45 años-. Mario, asimismo, por el fútbol y el deporteJavier Aravena, por esta licencia e impagable oportunidad. Y Fabbiani, por el gol, por tu regocijo y pasión en la cancha, y por tu exuberante catálogo.

Por Mario Ramírez Escudero