RODRIGO JORDAN:»Es un honor para mí que el deporte de Viña del Mar reconozca nuestra segunda ascensión al Everest»

«Hola pues, Bob Dylan. Acá las chiquillas, Iris y Milka -secretarias de Vertical-, te pusieron Dylan». Así, con su inherente e idiosincrásico humor, nos da la bienvenida RODRIGO HERNÁN JORDAN FUCHS, «El Señor de los Ochomiles», quien personalmente abre el umbral de su empresa para acoger a la CASA DEL DEPORTE de la Municipalidad de Viña del Mar. En Vertical, la que creó en 1993 y que se ubica en Avenida Los Leones, Providencia, revivimos el desafío «Everest 20 Años», que el pasado 18 de mayo, liderado por el ingeniero civil de la Universidad Católica y doctorado en administración de la «U» de Oxford, Inglaterra, cimentó una escalera al cielo que lo llevó hasta 8.848 metros de altura. Hasta el pináculo del Everest, el monte más elevado del planeta. Tras 57 días, Jordan pisó por segunda ocasión el clímax de la «Madre de Todas las Montañas», luego de sortear ignotas y letales sendas. Veinte años antes, el 15 de mayo de 1992, el Cruzado Caballero Honorario (título conferido por su club deportivo, la UC) había comandado el primigenio asalto triunfal al mismo macizo, rubricado a las 10.25 horas por su amigo Cristián García-Huidobro, quien fue secundado por este arrojado hombre que abrió los ojos el 30 de junio de 1959, en Santiago. Con precisión, lo reitera a la Casa del Deporte, como en mayo de 2010: «Nací a las 10.30 horas en la Clínica Alemana. E increíble, el médico no llegó y mi abuela Matilde Klein, que era matrona, me tuvo con mi madre Sonia Fuchs. Ella y mi padre, Ricardo, murieron en un accidente aéreo en Caburga, en el sur, el 7 de febrero de 1991. Mi madre era productora de televisión, fue una de las creadoras del Área Dramática de Canal 7. Tengo dos hermanos, Ricardo (56) y Pablo (54). Mi señora es María Paz Valenzuela Pérez, tenemos tres hijas: Sofía (23), Natalia (21) y Elisa (19)».

«Gracias, Milkita (Milka Benavente), muy amable. Acuérdese de traerle el regalo al niño y a don Javier Aravena, director de la Casa del Deporte de Viña», expresa el entrevistado a una de sus administrativas cuando ésta sirve refrescos y cafés al fotógrafo y a este redactor de la CIUDAD DEL DEPORTE. ¿El obsequio? Unos devedés de antología, de alta calidad audiovisual realizados por Vertical: «Denali 82, La Montaña del Ártico»; «Everest 86, La Pérdida de un Compañero (Víctor Hugo Trujillo)»; «Everest 92, El Desafío de un Sueño»; «K2 96, La Montaña de las Montañas»; «África 97, Más Cerca del Cielo»; «Antártica 2002, Planeta Antártica»; «Everest 2004, Sueños y Realidad»; «Lhotse 2006, Lucero, La Pasión de un Maestro»; «Groenlandia 2008, Expedición al Corazón del Cambio Climático», y «Antártica 2008, Terra Antartica, Redescubriendo el Séptimo Continente». Documentales de manual, de colección.

Rodrigo, eres el primer deportista que esta Casa del Deporte entrevista dos veces. El primer encuentro se registró el 7 de mayo de 2010…

Qué tal, compadre. Gracias, Mario. Gracias también a la señora Virginia Reginato, tu alcaldesa, y a Javier Aravena. Un honor que el deporte de Viña reconozca nuestra segunda ascensión al Everest, un trabajo de largo tiempo y mucho esfuerzo.

¿Cuál fue la ruta de inicio del «Everest 20 Años»?

Comenzamos a subir por un pueblito que se llama Phakding, que está en Nepal a 2.300 metros de altitud, antes de una caminata que dura entre ocho y diez días. Pasamos por unos pueblos sherpas hasta que llegamos al Campamento Base, a 5.400 metros. Ahí te mandaste tres mil metros. Esto lo puedes hacer más rápido, pero para ir aclimatándose aprovechas lo que se llama la caminata de aproximación, para que el cuerpo se adapte a la altura.

¿A qué hora inició el reto, el asalto final?

El primero en irse hacia la cumbre, con el primer grupo, fue Eugenio «Quico» Guzmán. Eso fue como a las once de la mañana. Yo salí cerca de las 12.30 desde el Cuarto Campamento, que está a ocho mil metros. Sales en lotes separados y a la cumbre llegamos 18 gallos. Nosotros éramos diez, además de ocho sherpas.

¿Arribaron por el mismo lugar de hace dos décadas?

La última parte sí, por el Collado Sur, pero el resto del ascenso lo hicimos por caminos distintos. Es como subir a la cumbrera del techo de una casa, puedes subir por allá o por acá, pero una vez que estás en la cumbrera, a la chimenea subes por el mismo lugar. Ahí te hice la metáfora completa.

¿El viernes 18 de mayo rubricaron exactamente el histórico ascenso?

Afirmativo. Nosotros escogimos ese día porque todas las otras expediciones iban a subir después, el 19 y el 20. El día 18 los sherpas iban a poner las cuerdas y decidí no esperarlos porque yo también sé ponerlas. Quise subir solo para no tener el problema de estar con tanta gente en el ascenso. Al día siguiente, fueron más de 180 personas y murieron cuatro.

¿Quién llegó primero esta vez y a qué hora?

Yo, a las 13.30 de allá. Pero no es que haya llegado primero, se puede malinterpretar. Así lo planificamos, llegué primero por diseño, no porque estaba mejor que el resto. Hicimos el trabajo para que yo fuera el primero, guiando al grupo, y el Quico lo iba cerrando. Llegamos con cuarenta minutos de diferencia entre el primero y el último. Fue una gran sorpresa, pensé que no íbamos a llegar juntos. Sebastián Irarrázaval, nuestro médico, llegó inmediatamente detrás de mí y yo fui el que más estuvo arriba: una hora y media; entre la una y media y tres.

¿Qué hicieron en esa cima reservada para muy pocos?   

Algunos toman fotos, otros celebran, gritan, lloran… Hubo de todo. Yo llegué hablando por radio, le iba contando paso a paso a mi hija Sofía la llegada a la cumbre. Ella estaba en el Campamento Base y desde ahí se encargaba de retwittear.

¿Por qué Sofía no subió a la cumbre del Himalaya?

Es que ella no era para eso, no se preparó, no tuvo entrenamiento. Tiene sólo 23 años. Si el día de mañana se entrena y dedica, puede ser que suba. En esta ocasión ella iba como encargada de logística. Lo hizo muy bien.

¿Llegaron a la meta todos los integrantes de la expedición?

No. Éramos catorce chilenos, incluidos Juan Cristóbal Hurtado, el videísta y camarógrafo que filmó todo, y mi hija. Ese gallo, Juan Cristóbal, es el que más trabajó, lejos: escalaba con nosotros, grababa todo el día, nosotros volvíamos al campamento a descansar y a comer, y él volvía a montar y a editar. Trabajaba hasta las tres de la mañana. Mi hija y él no son escaladores y nunca estuvo pensado que llegaran a la cima. De los doce que quedaron, once éramos chilenos y uno mexicano, Lorenzo Ruiz. Finalmente, diez hicimos cumbre. Lorenzo y el militar (sargento Juan Díaz) no ascendieron. Este último había renunciado días antes por una faringitis muy seria.

Fue el doctor Pedro Vidal…

El cirujano plástico, claro, que se quedó en el Campamento Cuatro. Pero él no fue como médico, fue como escalador porque quería subir el cerro. El médico de la expedición fue Sebastián Irarrázaval, que también llegó a la cumbre; él fue mi compañero de cordada.

¿Qué temperaturas hubo durante la travesía?

Según el Seba (Irarrázaval), había unos quince a veinte grados bajo cero. A eso tienes que agregarle el factor viento. La sensación térmica en la cumbre debe haber sido de 30 a 35 grados bajo cero. No las puedes calcular con exactitud, las medimos en el Collado Sur.

¿Cómo estuvo el clima respecto al del ’92?

Peor, muy muy frío, poca nieve y mucho viento. Al principio de la expedición había mucha caída de piedra en una parte de la ruta. Algunas expediciones internacionales suspendieron el ascenso porque fue una temporada muy fría.

¿Dormían bien, a qué hora?

Sí, en carpa duermes como niño. En cuanto a horas, depende, porque si estás en el Campamento Base y te toca el día de descanso, te acuestas a las seis de la tarde y te levantas a las seis de la mañana. Cuando fuimos a la cumbre, que es el otro extremo en el último campamento, me debo haber acostado a las ocho de la noche y dormí hasta las doce. O sea, cuatro horas.

¿Ingieren alguna mesurada cuota de alcohol para combatir temperaturas tan bajas?

Llevamos latas de cerveza para celebrar o pasar las penas, pero no, no podemos tomar. El alcohol es un vaso dilatador y no te favorece cuando estás en la montaña. Jode tu capacidad de reacción.

¿Y tomaron vino chileno en la cumbre como en 1992?

No, sólo el señor (Cristián) García-Huidobro hace eso. Él, el ’92 fue el primero que llegó a la cima y llevó vino y una copa de cristal. Al K2, la segunda montaña más alta y la más difícil, también llevó el ’96. Nosotros no hacemos esas cosas (ríe).

¿Con qué se alimentaron?

En el Campamento Base comimos de todo, porque una vez a la semana llegan los yaks, esos animales que cargan con todo, lechugas, papas. Se come muy bien en el Campamento. Y cuando ya estás arriba, comemos lo que llevamos nosotros, que es básicamente carbohidratos.

Melómano compulsivo, la otra gran afición de Rodrigo es la música, el rock. Con él, es utópico sustraerse del tema. No hay caso, es un prisionero de los riffs, arpegios, solos y beats. Por esto, da una pincelada al clásico Festival de Viña del Mar, del que fue pieza trascendente a inicios del siglo. «El 2000, cuando fui director ejecutivo de Canal 13, conocí a la señora Virginia. Ella era concejal entonces y apoyó nuestro proyecto. Ese año, fue la primera vez que el Festival de Viña lo emitió el 13 y la primera en que compitieron tres canales para adjudicárselo. El 7, Mega y nosotros. Si yo tuviera que decidir hoy, traigo a Viña a Shakira, aunque soy rockero. También a Bob Dylan, de todas maneras; él es un referente en la historia de la música, admirado por todos los músicos, hasta por Los Beatles. Es un genio, un poeta, un creador. Además, me la jugaría por Eric Clapton, pero ahí ya empieza a jugar el tema de la tele. No sé si Clapton es para el Festival. A propósito, ¿lo vieron cuando vino en octubre pasado? Fue de alta calidad el show, con un gran sonido, todo de excelencia. No se condoreó, un maestro. Y a Bono, de U2, Serrat y a Sabina también los traería. Ojalá la señora Virginia me dé en el gusto (ríe)», apunta el asimismo presidente de la Fundación Para la Superación de la Pobreza.

¿Cuánto demoraron en bajar? Tarea más titánica que la ascensión…

Hubo un problema. Llegamos todos a la cumbre, yo inicié el proceso de bajada y me di cuenta de que había dos que venían más atrás. Eso me olió a problema porque no me alcanzaban. Ernesto Olivares venía con una indigestión brutal, muy repentina y violenta. Lo esperamos hasta tarde con Quico y un sherpa. Por lo tanto, bajamos como a las cuatro y media y llegamos abajo como a las ocho y media de la noche. En total, nos demoramos en bajar unas siete horas.

¿Cuál excursión resultó más difícil, la de 1992 o esta?

Mucho más difícil la del ’92. De partida, esa vez subimos por otra ruta, por China, y ahora lo hicimos por Nepal. La ruta del ’92 era mucho más técnica; estábamos solos, sin oxígeno, aislados, sin comunicaciones. Ahora fue distinto, era un grupo más grande y teníamos harto oxígeno.

¿Cuántos chilenos han conquistado dos veces la cumbre máxima del orbe?  

Ernesto Olivares, Quico Guzmán y yo. Ernesto y el Quico llegaron a la cumbre el 2004, fueron con Andrónico Luksic Craig. Ernesto llegó primero y, curiosamente, fue el 15 de mayo de ese año, el mismo día del primer arribo del ’92.

¿Ustedes, el ’92, fueron los primeros latinoamericanos en llegar al Everest?

El primer latinoamericano fue el mexicano Carlos Carsolio, en el año 1989. Fue el quinto hombre en el mundo en subir los catorce ochomiles. Gran gran escalador. Nosotros fuimos la primera expedición grupal, éramos todos chilenos, que logró ese objetivo. Siempre digo que no fuimos los primeros latinoamericanos en llegar a la cima, pero sí el primer grupo latinoamericano en llegar. García-Huidobro y yo fuimos el segundo y tercero detrás de Carlos.

¿Cuántos escaladores han muerto en la «Montaña Reina»?

Unos 225 desde el primer intento en 1920. El inglés (George) Mallory, el año 24, fue el primero que desapareció y murió escalándola. Y Edmund Hillary, neozelandés, fue el primero que llegó a la cima el ’53.

¿Con cuántas toneladas de equipaje emprendieron el viaje?

Seis toneladas de equipo llevamos. Como está la posibilidad de que los yaks te llevan el alimento para arriba una vez a la semana, ya no llevas todo como antes. Ahora puedes comer cosas frescas, te decía, esos animales llevan lechuga, pan, frutas… Todo eso va llegando una vez a la semana al Campamento Base.

¿Lloraste en algún momento cuando hiciste historia?

No. Sólo me quebré cuando llegamos a la cumbre. Llegué como a la una y media, y después de que llegaron los demás empezamos a bajar como a las tres. Ahí desciendes el famoso Hillary Step, Paso de Hillary, que es muy cabrón. Y como a los 8.600 metros me paré. Venía bajando y esperé que me pasaran todos porque empezaba la parte más difícil. Yo debía bajar último, recién ahí lloré algo.

¿Cuánto costó esta patriada, Jordan?

Creo que el costo total debe haber sido de unos 500 mil dólares. De estos, ojo, ni un peso estatal, porque no lo pedimos y no nos corresponde por ser de alto rendimiento. Creo que el deporte competitivo puede ser financiado por auspiciadores, en forma privada. Estimo que los recursos del Estado deben ir al deporte formativo, a las primeras etapas del desarrollo. Lo que sí corresponde que haga el gobierno, es que, a través de la Federación de Andinismo, instaure programas de senderismo. Aprovecho la página de la CASA DEL DEPORTE, Mario, para decir que ChileDeportes sí lo está haciendo, promoviendo las primeras etapas del montañismo, que es el senderismo, con programas por medio de Fundación Vertical y Sendero para Chile. En cuanto al apoyo de los tres militares de nuestra expedición, fue financiado por don Andrónico Luksic, empresario y hombre de montañas también, que se puso como persona. Y, por último, contamos con algunos auspiciadores.

Jordan, facultado para hacerlo, juzga parte del cometido chileno en los Juegos Olímpicos de Londres y de la realidad de nuestro deporte: «Primero, me gustó mucho la elección popular de la Denisse (van Lamoen) como la portadora del estandarte. Su historia me impresiona mucho, encuentro bonito que la gente haya votado por ella. Tuvo un momento difícil con el tema del doping (en los Odesur de Brasil 2002) y qué pena que no le fue bien en Londres. Los cabros se han sacado la mugre, le tengo una gran admiración a Tomás González, quien estuvo notable en los Juegos. Son grandes deportistas. Pero tenemos un problema, va a sonar duro: no merecemos medallas olímpicas. ¡Si no hemos hecho la pega! Cuando hicimos la Ley del Deporte el año 97 o 98, realizamos un estudio de las horas de entrenamiento que tienen los deportistas de alta competición, hicimos parámetros y dijimos que el éxito deportivo no se va a ver en la cantidad de medallas que ganemos. Estas dependen de tantas cosas que están fuera del deporte, el problema va por otro lado. ¡¿Cuántas horas de deporte se hacen en las escuelas en la semana y cuántas de entrenamiento hacen los deportistas de alto rendimiento?! No hemos mejorado nada en quince años, ¡ni un ápice! Entonces, si estos chiquillos hubieran ganado una medalla, no era por el resultado de una política deportiva coherente, sólida, sistémica, sino por su propio esfuerzo. No merecemos medallas como país, pero sí los deportistas, porque se han sacado la mugre».

¿Sigues sosteniendo que nada se compara con el nacimiento de tus hijas? Estuviste en los tres partos, algo incomparable…  

¡Claro que es incomparable!, te lo dije en la primera entrevista. Pero esta vivencia del Everest se acerca un poco más, simplemente porque estaba mi hija en la expedición. Una de las cosas más lindas de esta experiencia, con todo lo que tuvo, fue compartir con Sofía… Ya no es tu hija, es tu compañera. Muchos creen que lo máximo para mí es conquistar el Everest, muy importante, es lo mío, pero primero está lo de mis hijas.

¡Muchas gracias, Jordan!

Ya, Marito. Gracias a ti por esta conversación, siempre grata, y dale mis agradecimientos y cariños a la señora Virginia y a Javier Aravena. Vean los videos, son muy bonitos, y me avisan para ir juntos a ver a Clapton y a Dylan cuando vuelvan a Chile. Ahora tengo que dar una entrevista por Twitter.

Luego de una hora y cinco minutos, el guía de dos hazañas deportivas -y de más de 200 ascensos- enfrenta sonriente el lente de Julián, nuestro camarógrafo. Y lo hace con la bandera de Vertical, la misma que enclavó, nada menos, en la cúspide del Techo de la Tierra.

«En las montañas los caminos no se encuentran, se crean», Rodrigo Jordan. Genio y figura hasta la sepultura.

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